Luisa Girón es una minera de 63 años. Su familia fue fundadora de Ikabarú, un pueblo remoto en el estado Bolívar, al sur de Venezuela, en donde la principal actividad es la extracción de oro.
Luisa es palera, la forma más artesanal de la minería. Con el movimiento de su batea comienza su faena para, al poco tiempo, descubrir un punto de oro.
Ahí se le puede ir el día, pero no le teme a la noche ni a nada, tener su edad ejerciendo un oficio de hombres podría ser la razón de su espíritu temerario, pero para ella viene de casa: “yo no le tengo miedo a nada, a uno no lo criaron del miedo”, sentencia.
Esta historia es de junio de 2016. En febrero de ese mismo año el gobierno venezolano nombró oficialmente al Arco Minero del Orinoco como zona de desarrollo estratégico nacional para la explotación de diversos minerales, entre ellos el oro.
Ikabarú no está incluida en esta zona, sin embargo, Luisa contó que para esas fechas ya se veían los efectos de la corrupción y las mafias mineras que en la actualidad han tomado el control de toda la región, dejando masacres, desapariciones y graves violaciones de derechos humanos.
La plaza del minero en Ikabarú, pueblo remoto del estado Bolívar, en Venezuela, en el que vive Luisa Girón, una minera de 62 años, el 4 de junio de 2016. Luisa estudió y vivió en Caracas por muchos años, pero regresó a su pueblo natal y se dedicó a ser palera, nombre que se le da las mujeres dedicadas a la minería artesanal. Tiene dos hijas, una en Tenerife, España, y la otra en El Callao, un pueblo a 195 kilómetros. Luisa es de una familia de 14 hermanos en la que todos son mineros.
Luisa pasa por una veta de oro en la que se ve un sistema semi artesanal de minería, en Ikabarú.
Una pala es parte de las herramientas de Luisa. Con ella raspa el terreno, recoge la tierra y la lleva a la batea para lavarla y encontrar oro.
Luisa muestra un punto de oro que encontró en la batea, esa tipo de bandeja de madera indispensable para el trabajo de los mineros artesanales.
Una estructura de minería armada para sofisticar el sistema de extracción de oro.
La batea se mueven en círculos para filtrar la tierra con el agua del río y así encontrar oro. En este momento, Luisa examinaba la tierra buscando el mineral.
La zona de extracción artesanal en donde trabaja Luisa está a un par de horas de Ikabarú caminando entre la sabana, lo que le permite no vivir en los campamentos de mineros sino en su casa.
Luisa contó cómo la vida ha cambiado en Ikabarú, un pueblo minero que durante muchos años vivió en abundancia y que con el reciente control del Estado venezolano a través del Arco Minero, se sumergió en el abandono y la pobreza.
Sin embargo, las personas que habitan este territorio, sobre todo las familias fundadoras, se esfuerzan por tener actividades en comunidad. Esta noche, Luisa jugaba bingo.
A pesar de su edad, su experiencia profesional y la situación de Ikabarú, Luisa se siente orgullosa del legado de su familia y de la vida que eligió en su pueblo de origen. "A mi no me criaron para el miedo", dijo.
La plaza del minero en Ikabarú, pueblo remoto del estado Bolívar, en Venezuela, en el que vive Luisa Girón, una minera de 62 años, el 4 de junio de 2016. Luisa estudió y vivió en Caracas por muchos años, pero regresó a su pueblo natal y se dedicó a ser palera, nombre que se le da las mujeres dedicadas a la minería artesanal. Tiene dos hijas, una en Tenerife, España, y la otra en El Callao, un pueblo a 195 kilómetros. Luisa es de una familia de 14 hermanos en la que todos son mineros.
Luisa pasa por una veta de oro en la que se ve un sistema semi artesanal de minería, en Ikabarú.
Una pala es parte de las herramientas de Luisa. Con ella raspa el terreno, recoge la tierra y la lleva a la batea para lavarla y encontrar oro.
Luisa muestra un punto de oro que encontró en la batea, esa tipo de bandeja de madera indispensable para el trabajo de los mineros artesanales.
Una estructura de minería armada para sofisticar el sistema de extracción de oro.
La batea se mueven en círculos para filtrar la tierra con el agua del río y así encontrar oro. En este momento, Luisa examinaba la tierra buscando el mineral.
La zona de extracción artesanal en donde trabaja Luisa está a un par de horas de Ikabarú caminando entre la sabana, lo que le permite no vivir en los campamentos de mineros sino en su casa.
Luisa contó cómo la vida ha cambiado en Ikabarú, un pueblo minero que durante muchos años vivió en abundancia y que con el reciente control del Estado venezolano a través del Arco Minero, se sumergió en el abandono y la pobreza.
Sin embargo, las personas que habitan este territorio, sobre todo las familias fundadoras, se esfuerzan por tener actividades en comunidad. Esta noche, Luisa jugaba bingo.
A pesar de su edad, su experiencia profesional y la situación de Ikabarú, Luisa se siente orgullosa del legado de su familia y de la vida que eligió en su pueblo de origen. "A mi no me criaron para el miedo", dijo.